Me senté en aquella mesa de roble, que antaño estaba nueva, que era mi imagen, era donde yo obraba mi magia.
No sentía temor a hacerlo, solo con haber entrado en esta habitación, llena de humedad, llena de... recuerdos, tan solo por eso ya no era un cobarde.
Aquellos muros no me protegían como creía antes, ahora me miraban, inquietos y burlones, esos muros que vieron todo desde otra perspectiva, ahora deberían odiarme.
Hacía tormenta, eso decía mi ventana que de alguna forma había conseguido que se callase, que dejara de hablar, de emitir algún tipo de sonido, sin embargo me seguía diciendo que había tormenta.
Las luces parpadeaban, igual que el ambiente de fuera, la ciudad ahora estaba siendo flasheada por la gran paparazzi que es la naturaleza, y mi habitación parecía un enorme fluorescente que luchaba por seguir encendido, sin embargo vivía más tiempo apagado.
Pasé la mano por aquella mesa, la mesa de roble que ahora estaba algo podrida por abajo, por la humedad que un día cayó en sus maderas, por la cantidad de golpes que recibió, por todo el desgaste que, una vez más, antaño había tenido.
Me encendí un cigarro, no me relajaba, me dejaba mal aliento, me quitaba un día de vida, mejor, pensé.
Buscaba el lápiz que siempre estaba guardado en aquel lugar, hacía mucho tiempo que no lo veía, que no lo usaba, que no creaba vida con él, despues de aquel día, donde creé el mejor de mis pensamientos, con ése lápiz que ahora estaba escondido en la mesa, no volví a usarlo.
Las computadoras, las impresoras, solon tuve que escribir una vez y me fuí de este lugar, me fuí como mi personaje, que viajaba por todo el mundo, sin saber que encontraría, solo tuve que escribir una vez, y luego me fuí.
Agarré el lápiz, estaba reconcomido, podrido, pero seguía escribiendo, y le dí su último capricho, escribí lo segundo más importante de mis pensamientos, algo qeu no era creado, algo que era verdad.
El humo del cigarrillo humeaba la habitación de discoteca, el foco bailaba con la oscuridad, mientras que fuera sucedía lo mismo, como había dicho antes, una habitación discoteca.
Dejé el tequila en la mesa, no quería que me estropeara el momento, así que agarré aquel lápiz y lo miré, lo alabé, lo limpié, pero seguía siendo un lápiz, un lápiz reconcomido, podrido, que por mucho que hizo, ahora ya no podría, lo haría peor, tardaría más.
Intenté escribir con él, y tan solo salió.....el "Best Seller de mi vida".
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