miércoles, 26 de octubre de 2011

La justicia del Wetback


En una noche fría donde el viento contaba historias no aptas para románticos frustrados, un hombre paseaba por la calle con un cigarrillo apagado en la mano.
Sus pensamientos estaban tan alejados de lo que consideraríamos la realidad que había olvidado lo que nunca un fumador puede olvidarse. El encendedor.
Un perro ladró sin causa alguna y fue esto lo que hizo a nuestro caminante volver a lo mundano.
-Demonios... necesito fumarme éste cigarrillo.- Se dijo mientras observaba las chavolas de al otro lado de la valla. Una imagen un tanto macabra para alguien que se dedica al control de la frontera Usa-México. En verdad era juez, pero tenía como hobbie acompañar a las patrullas y perseguir, de vez en cuando, unos cuantos wetbacks.
-¡Eh!-Dice el oficial de policía Terry, un viejo con bigote y sombrero vaquero.- ¿A qué esperas amigo mío?- Pregunta con una sonrisa dibujada en su arrugado rostro.-A nada, pensaba en cuantos podrían caer hoy.-Dice el juez tambien con una sonrisa.
La noche se vuelve aún más fría y aquí, en el desierto, el tiempo no pasa... y la gente tampoco.
Ambos, acompañados de otra escuadrilla de todoterrenos, recorren el perímetro elegido para ése día, cada uno con rifle en mano, atentos al mínimo movimiento.
La noche pasa y pasa y no encuentran nada, quizás hoy no era el día adecuado. "Vaya... con las ganas que yo tenía de fumarme el cigarrillo". Se dice el juez con cara de desaprobación.
Pero entonces, entre unos matorrales, con el sonido de los hierros vibrando, ven como una silueta corre hacia una realidad mejor, hacia un mejor futuro, hacia un sueño.
-Pfff menudo iluso.-Dice el oficial Terry.- Todo tuyo Harold.- Nuestro juez, Harold, apunta con su rifle y...-Espera, quiero probar algo distinto.-Dice Harold haciendo señas al conductor para que vaya tras el fugitivo.
Una vez lo alcanzan ven que no es más que un muchacho, un adolescente al que su morena piel delata como un intruso en ese país.
El muchacho, intentando recuperar el aliento, suelta lágrimas insospechadas.
-¿Acaso crees que esto me gusta?¿Crees que me gusta perseguir a wetbacks como tú? Odio hacer esto pero... es la ley.- Dice Harold con el cigarrillo en la boca, mientras Terry estira el brazo y se lo enciende con un zipo.
-Pero porque no puede dejarme ir, quiero estudiar derecho, allí en México estoy en peligro y es muy complicado estudiar una carrera. Ayúdeme, le daré dinero, le daré lo que sea, ¡puedo trabajar!.-Dice el muchacho del pelo color azabache intentando contener sus lágrimas mientras habla.
Ambos hombres echan a reir.
-Usted no es bueno, esto va contra la ley, ¡tengo derechos!-Dice el muchacho erguiéndose, haciendo caso omiso a las lineas mojadas que surcan su rostro.
-No muchacho, yo soy la ley, yo soy el que manda, yo soy tu juez y sentencio tu destino.¿Quieres derecho? Tienes derecho a quedarte en México y no en mi país.-Dice Harold. Al terminar pega un tiro en la pierna al muchacho que se desmaya del dolor. Terry lo recoge y lo mete de nuevo en México donde lo auxilian en seguida entre gritos y llantos.
-Sólo cumplimos con nuestro trabajo.-Dice Harold mientras vuelve a la comodidad de su casa.- Buen cigarrillo me he echado hoy.-Añade mientras se duerme en su enorme cama.
 Sin embargo, años despues a aquel cotidiano día, una mala inversión llevaron a la bancarrota a Harold que, ahora, debía al Estado millones.Lo Buscan para condenarlo. Debe irse a México.
Una vez pasa por la frontera, busca trabajo en todos y cada uno de los bufetes que encuentra y es rechazado en todos, nadie quiere un abogado jankie.
La noche cae en Ciudad Juárez y Harold pasea en dirección al hostal donde está alojado. Mira a través de la valla y se siente extraño, incómodo. Entonces una siliueta lo para. Era un joven alto y fornido, mexicano desde luego. Harold queda frente a él, ya que éste le impide el paso.
Unos ojos vidriosos se clavan en su frente y siente un golpe seco en la espalda. No llega a perder el sentido y mientras ve como es llevado hacia la nada, hacia ese enorme e inmensurable desierto mexicano, mientras va cayendo en la oscuridad cerrada escucha una voz que no para de repetir "Yo soy la ley, yo soy el que manda, yo soy tu juez y sentencio tu destino".


"Y es que el que no quiera vivir sino entre justos, viva en el desierto"
Lucio Séneca

domingo, 16 de octubre de 2011

Buenos días


-Buenos días.
-Buenos días.
-¿Dónde lo llevo?
- Calle Prinston.
-¿En qué parte?
-Usted lléveme y le digo.
-¿Qué piensa del tiempo? Creo que últimamente ha llovido mucho.
-Eh…sí, claro, mucho.
-¿Dónde trabaja? Yo diría que por ese traje y ese maletín, en un banco.
-¿Y por qué no un alto empresario?
-Porque entonces no viajaría en taxi.
-Disculpe pero… déjeme. Quiero silencio.
-Si claro… lo que todos. Sin embargo el tema silencio es complicado, nunca he sido capaz de hacer ninguno.
-¿Si? No me diga. Ni me lo habría imaginado.
-Tampoco sé porque cree el sarcasmo. Eso seguro que fue obra del diablo…
-¿Quién demonios es usted?
-Yo, hijo mío… soy Dios.
-Y también es humilde y por no decir loco.
-De verdad que soy Dios, mira, ¿ves que llueve? Pues ya no llueve.
-Pura casualidad.
-Incrédulo.
-Y usted taxista, no le fastida.
-Ya te he dicho que soy Dios. Mira, ahora en tu maletín hay un millón de dólares.
-¿Qué? Espere… ¿habla en serio?
-. Desde luego.
-¡Bájeme, está loco!
-¡Hasta Pronto! De verdad, todos siempre me piden lo mismo y para uno al que se lo doy, me tiene que tocar ateo… o lo que es peor, banquero.

sábado, 10 de septiembre de 2011

"El castigo del sabio"

Y fumo de nuevo.
El humo hace, en ocasiones, que imagine historias, historias que nunca me ocurren pero que desearía que ocurriesen.
Es horrible el dolor que siento, el dolor que cada mañana me atiza en el costado, recordándome los años jóvenes, recordándome mi macabra y extraña mortalidad. ¿Por qué sigo vivo? ¿Acaso alguien quiere torturarme?
Inspiro fuerte y lentamente, sintiendo como cada uno de mis pulmones se intoxica de esta ambrosía mortal.
"Algún día moriré"  me repito una y otra vez. "Todo el mundo muere"  .
El humo, otras veces, se convierte en recuerdos, recuerdos de cuando yo, vanidoso e inconsciente de lo que era la vida en su más bajo término, radiante de intelecto y capacidad, brillante como nadie, buscaba las respuestas a las preguntas que nadie era capaz de contestar. Preguntas que, quizás ahora, en mi lecho de muerte, reconozca que me han traído a esta situación. Paradójico, ¿no?
Vuelvo a echar humo por todos los orificios que puedo.
"Algún día moriré" vuelvo a decirme, y vuelve el cigarro a mi boca.
Recuerdo que en esos tiempos de la juventud, donde nada me impedía nada, hubo una chica.
"El amor, lo único que aún no me han quitado. Raro que sea eso y el dolor lo que no ha desaparecido... ¿Serán lo mismo?" Esa chica con la que compartí parte de mi vida la recuerdo aún con sus ojos vidriosos al escucharme hablar sobre sus sentimientos y lo fácil que era comprenderlos si interpretabas bien "el principito".Cuanta arrogancia había en mis palabras. Vuelvo a sentir el dolor, punzante e intenso. Qué fácil parecía con ella, era superior y eso lo convertía en sencillo, sencillo que me enamorara de ella, lo simple, lo corriente, lo pequeño, su inocencia.., ella, quizás, suponía un reto, una mente a la que iluminar, una mente con la que experimentar. Me atraía, la amaba, realmente la amaba.
"¿Eso era amor? ¿Cómo sé que eso es amor? ¿Acaso he conocido algo que sea parecido y pueda confundirlo con el amor? O, por el contrario, debo entender lo que los poetas, mucho más antiguos que yo, entienden por amor. ¿Qué es lo que llamaron amor?"  digo en mi oscuridad. Noto el aire cargado, aire denso, espumoso. Una vez más llego al estancamiento. Conocer todo y no conocer nada...
"Algún día moriré"  Me repito,convencido. Hace ya mucho tiempo que lo repito, intuyo que años, siglos...
Y fumo de nuevo.

domingo, 3 de abril de 2011

Remordimiento

-Yo no he hecho nada... ¡Déjame!-Repetía una y otra vez, arrinconado.
-¡Hice todo lo que querías y aun así no me dejas tranquilo! ¡NO HE HECHO NADA!

Hace algún tiempo, cuando aún estaba cuerdo y miraba la vida con otra perspectiva, no pude evitar el reconocer que tuve una mala gestión de mis deslices y caprichos.
Por que eso es lo que son... deslices, caprichos.
¿Acaso hacer lo que te gusta es malo? ¡NO! No lo es.
Primero solo era mirar, apreciar, contemplar. Luego empecé a imaginármelo, a sentirlo dentro de mi.
Cuando la lluvia hacía estragos y me obligaba a mirar... cuando el calor se apoderaba de mis sentidos y lo peor, de los suyos, cosa que hacía tentarme aún más cuando se cambiaba las "ropas" y se ponía unas menos abrigadas, verdaderamente me volvía loco.
Todo aquello me poseía de mala manera.
Siempre me consideré un niño muy maduro, quizás demasiado, pero al fin y al cabo... un niño.
¿Qué le gusta a un niño? Pues.....
.....las niñas.
Entonces comencé a comportarme como un adulto, adaptándome a lo que los demás veían, pero después, en mi clandestinidad, era distinto.
Ella no supo entenderlo.
¡NO SUPISTE ENTENDERME!
Me golpeó, me arañó, pero yo tan solo quería acariciarle.... ¡ACARICIARTE!
Está celosa... nunca fui un hombre de una sola mujer... claro que eso no lo podía saber... ¡NO LO SABÍAS!
Después se complicó todo, me iba a dejar y yo no podía permitirlo... decía que quería irse... que no le gustaba estar aqui... ¿Pero para que? ¿Para que otros niños de su escuela la vieran? ¿TE MIRARAN?
Lo ultimo que hice fue quemar TUS cuadernos, TUS prendas.... No quise ver nada más...
Ahora, después de años soportando un sentimiento extraño, una extraña sensación que me llevaba a llorar, a castigarme,- ¡ME CASTIGABAS!-a retorcerme de dolor....
Te veía en cualquier lugar, en cualquier otra presa que quería... ¡OS VEÍA A TODAS!
¿Cuál de todas sois? 
¿Estás celosa? Es eso ¿verdad? Por que lo nuestro era amor... ¿NO?
Ahora, despues de que me persiguieras y obligaras a entregar mis recuerdos de tí y que los adultos tampoco me entendieran y me metieran en este oscuro lugar, donde a través de los barrotes pasa una luz similar a la de nuestro último encuentro.... ¿POR QUÉ SIGUES TORTURÁNDOME?

domingo, 6 de febrero de 2011

El globero

Yo soy globero, aunque nunca he estado seguro de si es un término correcto para decir que soy vendedor de globos. En cuyo caso si, soy globero. Toda mi vida he sido globero. Aún teniendo la carrera de medicina, la de derecho, la  de arquitectura... soy globero.
Se podría decir que mi hobbie es ser abogado en mi propio bufete, médico de mi propia consulta o arquitecto de cualquier casa y mi trabajo es vendedor de globos y nunca al revés.
 La gente me pregunta como es esto, como es que soy así y yo siempre cuento la misma historia.

Yo tuve mi vida resuelta cuando nacieron mis dos primeros hijos, hace 30 años. Por aquel entonces yo ya tenía todos mis hobbies y mi trabajo. Me había casado con una mujer perfecta, una mujer a la que amaba, que valoraba y que sobretodo me era correspondida.
Más tarde, como he dicho ya, nacieron mis dos primeros hijos, y más tarde, mi primera hija.
La felicidad la tuve servida en bandeja de plata, es en lo único que atribuyo a un poco de suerte.

Cuando me preguntan entonces que por que tengo esa obsesión por los globos, por venderlos de forma estúpida, siempre les contesto con una pequeña sonrisa, puesto que me compadezco de la gente que es idiota.

Cuando era niño, como todos, tenía un abuelo. Un abuelo al que adoraba. Él siempre me iba a buscar al colegio (en el cual me aburría), y me llevaba a tomar un helado. Despues de ir a tomar el helado, charlábamos de muchísimas cosas (el era físico matemático) y me inflaba un globo (a forma de premio por la interesante conversación), por que... adivinad que... "Mi abuelo era también globero".

Todavía la gente no llega a comprender la situación, ni la historia por lo tanto, tampoco la razón por la cual empiezo siempre a contar esta historia.
Entonces siempre vuelvo a sonreír.

Cuento que llegó un día en al que mi abuelo los años le empezaron a pasar factura. Su corazón, por muy grande que fuera, empezó a costarle palpitar. Sus ojos lloraban de vez en cuando y bastantes veces no se acordaba de lo que habíamos hablado el día anterior.
Pero entonces un fatídico día le ocurrió todo esto junto. Fue justo en el momento en el que había terminado de inflarme un globo de color verde. Sus últimas palabras fueron "Ten cuidado y no lo sueltes."

La gente ahora suele quedarse un poco aturdida. "Vaya... que duro" es la frase más común.

Mi abuelo siempre me decía en estas conversaciones que había un secreto. "El secreto de vivir" decía él siempre con tono misterioso.
Obviamente no puedo contarlo todo, ya que entonces no sería un secreto, pero si puedo decir palabras suyas y algunas mías.
"Todo tiene sus pros y sus contras y la única forma de vencer a esta certeza es conociendo de cada pro su contra y de cada contra su pro". No olvidemos que hablamos también de la vida.
Y entonces agrego: "Siempre suele ser lo más sencillo e inhóspito el pro de alguna contra, y exactamente igual el contra de un pro, con lo que la conclusión es sencilla".

Normalmente la gente se despide con las misma inquietud y curiosidad, reprochando.
"Todavía no nos ha dicho como es que es globero".

Yo sonrío y siempre digo:
"Vende Globos y lo comprenderás."

martes, 11 de enero de 2011

Una realidad muy de pesadilla.

Una luz se encendió en la habitación de Gaby dejando esta  en su perfecto orden.
Claramente hecho por una madre.
En la habitación se veía, encima de una mesa, un porta retratos en el que salía una niña de unos cinco años, con pelo rojo encendido y unos ojos verdes, sonriendo mientras posaba.
Gaby estaba cansada, había pasado un día ajetreado, llevando a mamá al hospital.
La pobre se sentía agotada.
Papá se había quedado abajo, estaba un poco disgustado, pero era por que mamá no estaba en casa, como se había tenido que quedar en el hospital...
Pero eso no podía evitar que Gaby se durmiera, mamá solo estaba un poco pachucha. Lo único que ponía un poco nerviosa a Gaby era que a mamá la iban a tener que pinchar, y eso a Gaby no le gustaba, pero aun así sabía que ella era fuerte y que mañana la despertaría con el desayuno en la cama, que no había cole.
Gaby se vistió y se metió en la cama, entonces escuchó que su papá salía con el coche... Bah... seguro que la abuela estaría a punto de llegar.
Gaby cerró los ojos y se quedo dormida.


Hola cielo, perdona que entre sin llamar, pero es que esta no es la hora, ni el momento y menos el lugar. Todo esto te parecerá extraño, pero tranquila, mañana ni te acordarás,  "tan solo fue un sueño" te repetirás y cuando pienses que algo va mal, mi consuelo en tus oídos escucharás.
He venido por que tenía que verte una vez más, de ahora en adelante de esta forma será, por que aunque parezca mentira, en el cielo tengo que estar.
Solo puedo venir a verte en sueños, no me dejan hacer nada más, solo me dejan tenerte en mis brazos cuando con los ojos dormidos estás y no quería irme sin pasarte a saludar.
Quiero que sepas que siempre estaré contigo, ayudándote en todo, moviendo hilos, haciéndote la vida más fácil, y sufrirás cariño, por eso desde ahora te pido perdón, lo siento muchísimo. Así es cielo, no puedo evitar el sentirme mal por esto, pero solo he venido para darte un beso y sonreírte, que es esa la imagen que quiero que tengas cuando mi foto mires.
Bueno cielo, tendré que ir marchándome, por que tampoco me dejan estar mucho tiempo, tengo que dejar que descanses, pero prométeme que serás feliz, te ponías tan guapa al reír... y esa es la única imagen que quiero de ti, ¿de acuerdo?
Tengo que marcharme cielo, pronto nos veremos, cuida bien de tu padre, te quiero.


Gaby se despertó sobresaltada, era por la mañana y aún no había amanecido, así que era muy temprano, o muy tarde según se mirase.
Y era tarde.
Gaby buscó a tientas la luz, esperando poder bajar e ir con papá, que estaría solo y triste en su cama.
Gaby fue y no lo encontró en la cama, todavía no había vuelto. La abuela estaba en la cocina, pero Gaby aún estaba cansada y no tenía ganas de ir a ver a su abuela, ahora no.
Gaby volvió a la cama, esperando volver a ver a mamá.
Deseo que tuvo desde entonces.

viernes, 7 de enero de 2011

Balada de Corneta.

Un sonido melodioso, lleno de armonía y dulzura, embargaba todo el ambiente.
Y no era un ambiente melodioso, lleno de armonía y dulzura.
Ya daban las agujas la media noche, y mientras las farolas iluminaban aquel paraje que más adelante sería imitado por el cine histórico, un movimiento de árboles se unía a ese sonido melodioso que cada vez parecía mas cercano.
Entonces, bajo la sombra de aquella enorme pared, aparecieron varios hombres, todos trajeados y pulcros, quizás solo en apariencia, quizás no. Los hombres vestían de un color gris monótono, en realidad, toda aquella época parece ser algo gris y monótona.
Entonces, al entrar el cuarteto de hombres exactamente iguales, apareció uno más bajito, que distinguía del resto.
-Está listo mein führer.-Dijo una voz alta y clara. El hombre bajito hizo menear su bigote un momento con cara seria, luego asintió con la cabeza.
No era señal de afirmación.
- Traedlo.-Musitó el mismo a otro igual. 
Hubo un poco de movimiento, pero todo el ambiente seguía igual, el sonido melodioso seguía sonando y todos los presentes no se movían, eran estatuas humanas perfectamente conjuntadas, mirando hacia el frente, formando un pasillo.
Entonces, en aquel escenario gris, apareció un color amarillento, acorralado y apresado.
El señor bajito ni siquiera movió la mirada.
-Mein führer, a su señal.-Dijo nuevamente el hombre con una voz clara, aunque no tan alta.
El hombre bajito, poniendo las manos detrás del cuerpo, asintió de nuevo y miró al hombre amarillento.
Entonces el hombre amarillento miró resignado, pero con una extraña sonrisa en la cara, algo que desentonaba con el resto del lugar.
De repente, todo quedo en silencio. Apenas se intuían los pasos del hombre... que se dirigían hacia la pared. La corneta sonó.
 - ¡Trigger... Point!
Los hombres dieron un paso al frente y salieron de allí.