sábado, 4 de septiembre de 2010

La chica de la literatura.

Y justo cuando el reloj dió la media noche, Eli cerró el libro, dando por concluidas unas horas en las que había viajado a otros lugares desconocidos, había sido presente de hechos fantásticos. había sido feliz, desgraciado, se había enamorado, se había enojado, había hecho tantas cosas que no era capaz de pensar que hubiera terminado en tan poco tiempo.
Recorrió el lomo con la mano, mirando quieto la portada del libro, con todos los pensamientos fijados en una sola cosa, él ahora tendría que volver a su vida normal y corriente, en donde las cosas impresionantes como criaturas, magia, y lugares imaginarios eran cosa de la fantasía, ahora tendría que resignarse a aguantar a las personas corrientes, a estar en lugares corrientes, a vivir de forma corriente, ahora estaría lejos de ella, que se había quedado en sus sueños, en sus pensamientos, en su libro, ahora ya no podría volver a estar con ella como antes.
Su corazón se había quedado con ella, y las demás emociones con el resto de letras que formaban aquel libro, el quería estar allí, dejar ese lugar que no lo hacía feliz, que no lo hacía sentirse tan bien como en el lugar de su libro, en el lugar de su imaginación.
Ella nunca se movería de allí, sentía la extraña ilusión de que lo esperaría siempre, ilusión de que algún día se juntaría con ella, pero el sabía que eso era imposible.
Tal era la impotencia, tal era la amargura que le embargaba a cada centímetro del libro que recorría con la mano, que una pequeña lágrima surcó su rostro, dejando un rastro húmedo, tan insignificante, que solo se veía con el reflejo de la luz. Esta cayó encima de la portada, dejando una gota en medio del título, y mientras los ojos se iban empañando más y más, buscó la página donde acabó de enamorarse, y mientras leía las frases una y otra vez, mas gotitas pintaban las páginas y dibujaban un nuevo sentimiento en la cara de Eli, la agonía.
Entonces volvió a cerrar el libro, cesando un tanto las lágrimas que soltaban sus ojos, y mientras los cerraba, se prometió tener ese libro siempre, donde ella lo esperaría, donde ella estaría con él siempre que abriera el libro y pudiera verla, donde pudiera estar con ella aunque fuese un solo momento.
De esta forma Eli le regaló su corazón a ella, encerrando sus sentimientos en aquellas páginas, donde un día, por primera vez, él se había enamorado, donde las paginas no eran paginas, sino pensamientos, donde ella no era un personaje, sino su chica de la literatura.